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Muchos padres se plantean este dilema cuando acaba el curso. Los expertos recomiendan no hacerlo para que los niños entiendan que esa es su responsabilidad

Cada mes, su ritual. Mediados de junio significa las notas de fin de curso de los niños en casa. Las buenas, las malas y las regulares. Las que llegan a nuestras expectativas, las que se quedan cortas. Con ellas, uno de los dilemas educativos: ¿se merecen nuestros hijos un regalo si son buenas? ¿Se lo damos si son regulares, pero se han esforzado? ¿Qué hacemos si son malas? La contestación a esta pregunta es de las que divide a los padres en bandos. Están los que consideran que no hay por qué hacer nada, que simplemente han cumplido con una de las pocas obligaciones infantiles y están los menos estrictos que creen que sí está bien que se vean recompensados con algo más que una sonrisa de orgullo de los padres.

Los del bando del «regalo sí» lo llevan, eso sí, más en la intimidad. Los consejos de los psicólogos infantiles parecen estar surtiendo efecto. Preguntados dos grupos de padres de WhatsApp de niños de ocho a 12 años, la mayoría contesta que no los hace. Algunos explican que «nos vamos juntos a cenar, toda la familia o hacemos un plan especial que eligen ellos». Francisco Castaño, psicólogo y autor del libro ‘La mejor medalla: su educación’ es tajante ante la pregunta si se debe o no regalar por las notas: «No». «Aprobar es la responsabilidad de nuestros hijos y eso no se premia. Las notas son la recompensa a su esfuerzo, a haberles enseñado hábitos, constancia. Sí les debemos decir que estamos orgullosos de ellos y sólo esa palabra les cambia la cara».

Frases como «qué orgulloso estoy de que te hayas esforzado para estas notas» son, según Castaño, en boca de sus padres, el mejor regalo que puede tener un niño. Si eso lo cambiamos por dinero o por un regalo físico, «siempre esperará eso cada vez que haga algo que es su responsabilidad», explica.

Por su consulta pasan casos extremos de estrategias fallidas de recompensa: «He visto a una chica de instituto que no quería ir a clase. Sus padres le ofrecieron dos euros por cada día que fuera. Esa niña no está aprendiendo que su responsabilidad, su obligación, es levantarse para ir al colegio y sólo va por dinero, cuando lo necesita. Si no, no va». Además, no cree que haya nadie que acabe aprobando si le planteas en septiembre un regalo para junio.

Otros padres cuentan que regalan cosas que, de todas maneras, iban a comprar porque los niños lo necesitaban: una bici más grande, unos guantes de fútbol, unas zapatillas nuevas. Tampoco le parece al psicólogo que sea una buena idea: «Si lo necesitan, se lo compras, pero que no lo asocien a las notas». Blanca, de nueve años, llegó esta semana con una notas repletas de sobresalientes: «Mis padres me dicen que les puedo pedir libros», dice esta niña que es una lectora voraz. «Pero puede hacerlo durante todo el curso también», explica Pablo Corrales, su padre, encargado de los pedidos de libros en la casa.

Recompensa no material

«Algunos padres piensan que de la misma forma que ellos reciben una compensación económica por realizar su trabajo, es justo que los niños reciban una recompensa por haber sacado buenas notas», explica Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de Orientación del grupo Brains International School. Y ella lo desaconseja. Según la psicóloga, esos regalos fomentan una visión «materialista» del mundo, donde todo tiene una recompensa económica.Francisco Castaño, además, cuenta que, al final, tampoco se suele cumplir el castigo supuesto de no comprar lo prometido si el niño suspende: «Todos tienen la consola. Unos tardarán unos días más, pero la tendrán».

Otro que viene alertando sobre los regalos por aprobar es el juez Emilio Calatayud en su blog, donde contaba que le preguntó por las notas a un chaval y, al decirle que había suspendido cinco, el magistrado le dijo que entonces no le habrían traído nada los Reyes. «Qué va, una moto y el móvil. Es que mis padres son tontos». Ana Herrero, la orientadora del Brains, cree que, sin regalos, los padres sí que pueden acudir a otras recompensas por el trabajo bien hecho, como proponer una actividad para toda la familia o «dejarles unas horas más en la consola». «A los míos les concedo un deseo no material y este año ha sido, en el caso de Elsa, dejar que sus amigas vengan un día a pasar la noche», cuenta Noelia Jiménez, con una hija de nueve años. Otra madre de la clase accede a que los niños elijan restaurante para ir a cenar. Parece, a tenor de estos consejos y de las respuestas de los padres, que es lección aprendida lo de huir de los regalos aparatosos.

Y, ¿si no aprueba? «Pues tenemos que ver qué dificultades puede tener y poner remedio o si no ha querido sin más», explica Castaño. «Más que hablar de castigo, hay que hacer una planificación nueva del verano y que se vea que suspender tiene consecuencias», explica María Rodrigo, psicóloga que colabora con Smartick. Al final, se trata de buscar el placer del trabajo bien hecho

 

 

 

Fuente: http://www.elmundo.es/vida-sana/familia-y-co/2018/06/25/5b2cde5d468aeb3e448b45e0.html